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Iñaki: ¡Hace falta ser tonto!

 

Que todo invita a pensar que eres un ladrón, ya lo sabe toda España y poco voy a comentar al respecto. Socialmente estás ya condenado, y en alguien que ha disfrutado de tu posición social, no tiene posibilidad de perdón o redención por parte de la sociedad ni de la historia. Ya puedes hacer el pino puente, acabar con el hambre en el mundo o terminar con el calentamiento global, que pasarás a la historia (caso de algún libro quisiera hablar de ti) como un (presunto) ladrón.

Ladrones ha habido y habrá muchos, pero tu caso es singular. Y cuando digo singular, no hago alusión a la cantidad que sea la que supuestamente has robado, ni la maquinaria que supuestamente tenías organizada para llevártelo por la cara, ni a la repercusión social suscitada por el rango que tenías, ni por nada que puedan haber comentado los medios de comunicación. Tu caso es singular por tonto.

Veamos: Chico alto, guapo, de buena familia, triunfador en la vida y en el deporte, económicamente más que solvente, vida  resuelta, y por si esto ya fuera poco, te casas con la hija del Rey, lo cual te asegura un altísimo nivel de vida “in aeternum”. Lo tienes todo, y me refiero a TODO con mayúsculas.

Creías ser más listo que nadie, y  estar tocado por la Gracia de Dios,  de tal forma que estabas persuadido que tu mera presencia generaba riqueza allá donde fueras, por lo que, consecuentemente te lo tenías que llevar crudo ante cualquier acto que asistieras, negocio que propusieras o cosa a la que tocaras.

Esta dosis de vanidad, puedo llegar a entenderla. A todos nos gusta creer que, en algún momento en la vida, hemos podido llegar a ser el más guapo de la fiesta, el más listo de la clase, el que mejor juega al mus, en fin, ser el perejil de todas las salsas. Todos llevamos nuestro “petit Napoleón" dentro.

Tú te lo creíste y por eso actuabas así. Hasta tal punto que, debiste pensar, por tu circunstancial estatus social, así como por las lisonjas sin medida que recibías, que eras intocable. Lamentablemente no eres Elliot Ness.

No sólo cometes el error de enseñorearte por doquier quebrantando supuestamente la ley, sino que, seguro de tu inviolabilidad, dejas constancia por escrito tus supuestas fechorías y consientes, y casi hasta amparas que, una 3ª persona -tu socio Diego Torres- sepa de todos tus trapos sucios, de tal forma que siempre dependerías, y necesariamente estarías supeditado de una manera u otra a su voluntad para chantajearte. ¡Pero qué sagaz has sido!

Todo esto como digo, podría llegar a entenderlo, máxime cuando se estaba hinchado como un pavo, como lo estabas tú. A menudo los focos cuando te deslumbran te impiden ver la realidad, y  tú eras el Kent de todos los eventos sociales: el Golden Boy de la gente guapa.

También podría llegar a perdonar que fueras supuestamente un ladrón, e inclusive la (supuestamente) desmedida avaricia que has demostrado, consecuencia de tu (supuestamente) inconmensurable vanidad. Como ya hemos dicho, ladrones y avaros ha habido muchos y tú sólo eres (presuntamente) uno más.

Lo que no puedo perdonar de ninguna manera es la estupidez.

Aún si hubieras sido, infiel, bebedor, vanidoso, sátrapa o un zote, habrías tenido la vida resuelta en cualquiera de los casos. No necesitas (supuestamente) robar.  Pero ¿robar a la escala que (supuestamente) lo has hecho? ¿Qué necesidad tenías? Se mire por donde se mire, la relación coste-beneficio era mal negocio desde cualquier punto de vista... menos del tuyo. Es por ello que en tu caso, la gran pregunta no es cuánto, sino ¿Porqué?

…Y la respuesta a esa pregunta, no puede ser otra que: POR TONTO